Hace
varios años, en una práctica de INVTICUA, me propusieron realizar un relato
sobre el futuro de la educación. Desde entonces, han pasado ya diez años y la
realidad es muy distinta a cómo me la imaginaba. Era pesimista, creía que la
educación era difícil de cambiar en un breve lapso de tiempo. Sin embargo, me
equivocaba. Cada día, en los pasillos me encuentro con docentes realmente
interesados en una educación de calidad. Estos profesores innovan en sus sesiones,
donde reina el conocimiento y el entretenimiento. ¡Y no sabéis la cantidad de
proyectos que llevan a las aulas!
He
percibido cómo, desde hace poco tiempo, nos fijamos en las necesidades del
alumnado y no ya en seguir el itinerario del libro. Recuerdo mis profesores
agobiados por finalizar el libro de texto como si fuese un logro. ¡Nos hemos
actualizado! Llevamos al aula temas de interés para nuestros alumnos, les
acercamos a la realidad y les ayudamos a favorecer sus competencias, en nuestro
caso, sobre todo, la lingüística.
Las
aulas no tienen nada que ver con lo que eran. Recuerdo aulas frías, donde predominaba
aquel orden riguroso en el que cada alumno se sentaba en su silla, detrás de su
mesa y, si te movías, tenías ese negativo que tan poco te gustaba. Ahora, mis
alumnos se mueven, es decir, trabajamos en grupo obras de teatro, colaboramos unidos
en tareas interesantísimas y, lo más importante, nos ayudamos unos a los
otros. ¿A que no sabéis qué ha cambiado también? ¡La tecnología! Ya no nos
peleamos con los cables, los ordenadores ni los proyectores. En mis prácticas,
parecía que estos equipos tecnológicos tenían más sueño que los alumnos. ¡No
había persona que los hiciese funcionar! Esto ya no sucede, tenemos equipos totalmente
renovados que nos permiten trabajar con la web.
¿Qué
más os voy a decir? Yo también estoy a favor de estos cambios. Creo que desde hace años deberíamos haber aplicado estos cambios en la educación, pues algún día, serán
ellos quienes eduquen.